La importancia de la antigua cruz atrial del Santuario de Guadalupe y su relación con la cruz atrial de Huichapan, Hgo.

Por Marcela Zapiain González ©[1]



El Museo de la Basílica de Guadalupe resguarda en su acervo una pieza magnífica que, sin embargo, ha pasado discretamente en los libros de la historia del arte mexicano.
Me refiero a una cruz atrial de generosas proporciones que es uno de los pocos elementos arquitectónicos del siglo XVI que se conservan en el conjunto guadalupano y que presenta -curiosamente- gran semejanza formal con su similar de Huichapan, Hidalgo; población que se encuentra a más de 150 kilómetros de distancia de La Villa. Esta cruz es una admirable síntesis de la Pasión de Cristo, pasaje de la religión católica que fue evidente, en su momento, sólo para los catecúmenos [2] y bautizados. Como se sabe, durante el siglo XVI las cruces fueron multiplicándose al paso de los españoles.
Es conocida la gran devoción que Hernán Cortés profesaba a la Santa Cruz. Los primeros franciscanos también hicieron suya esta costumbre, implantando la cruz como primera medida evangelizadora sobre las pirámides y adoratorios indígenas y ya posteriormente, enseñoreando todas sus fundaciones.[3]

La antigua cruz atrial del Santuario de Guadalupe se conserva ahora en un pequeño patio de la planta baja del Museo.
Se ignora el lugar exacto de su primer emplazamiento pero debió haberse ubicado cerca de la primitiva parroquia construida a los pies del cerro del Tepeyac. Hacia principios del siglo XVIII ya se le observa en el atrio frente al acceso de lo que hoy se conoce como la Antigua Basílica. Así lo testifica una importante pintura realizada en 1709 por el pintor Arellano y titulada Traslado de la imagen y estreno del Santuario de Guadalupe. Esa obra, además, muestra al pie de la cruz una curiosa inscripción: Esta S. Cruz seallo en un monte de la forma q sebe [sic].
Hasta el momento, no se ha encontrado documentación que explique esta inscripción, que puede hacer referencia o no, al monte o cerro del Tepeyac, aunque sí se tiene noticia de una cruz tallada -al parecer de madera- que ahí se encontraba como única señal que guardaba la memoria del lugar donde se había llevado a efecto la “primera aparición” guadalupana.[4] Posteriormente se desconoce la ubicación de la cruz, ya que no se localiza en una litografía de 1853 que representa una vista general de La Villa.[5] Más adelante se le reubicó cerca de la Parroquia de Indios, y luego, hacia los años sesenta fue colocada en un pedestal en el presbiterio de la misma. Después se exhibió en la muestra internacional Esplendores de treinta siglos [6] y finalmente se incorporó a la colección del museo en 1993. A diferencia de la de Guadalupe, la cruz atrial de la Parroquia de Huichapan ha permanecido en su sitio, en el centro de un amplio atrio durante más de cuatro siglos. La semejanza entre ambas cruces fue señalada por Reyes-Valerio:

[…]algunas cruces de atrio como las de Atzacoalco, México, y la Villa de Guadalupe, Distrito Federal, así como en las de Jilotepec y Huichapan, en Hidalgo, guardan estrecha semejanza, como si hubiesen salido de un solo taller […].[7]

La cruz atrial del Museo de la Basílica de Guadalupe y de la parroquia de Huichapan, presentan muchas más similitudes entre sí que las que también comparten con las de Atzacoalco y Jilotepec. [8]

El cuerpo de ambas cruces es monolítico,[9] es decir, fue labrado en un solo bloque de piedra, lo que puede ser considerado como una proeza técnica para el siglo XVI.[10] En ambas, el palo vertical y el travesaño son de sección elíptica, o forma ovalada y muestran los elementos iconográficos en altorrelieve. Al pie de las dos cruces, sobre el palo vertical (obviando que la cruz de La Villa ha perdido su desplante original) se observa el cáliz y la hostia o Sagrada Forma, lo que las distingue de otras cruces, tal como menciona Pedro Rojas.[11] Por encima de las imágenes eucarísticas aparecen uno de los clavos y un chorro de sangre con un tratamiento muy interesante que revela la iconografía y la mano de obra indígena; un poco más arriba, se ve la columna de la flagelación, con las sogas con las que se ató a Cristo, formando dos equis sobre el fuste de la columna.



Ésta remata en un capitel donde reposa el gallo que hace referencia las negaciones de San Pedro la noche del Prendimiento. Una característica particular, es la generosa corona de espinas que rodea el palo vertical y descansa sobre de los brazos de la cruz, a manera de flexible guirnalda: se trata de una corona con espinas de inverosímiles dimensiones. Por encima de ésta, aparece el rostro de Cristo, también coronado con espinas y de proporciones más normales. Casi sobre la frente del Divino rostro hay dos fajas de las que se desprenden gallones que forman una especie de capitel, aunque dan la apariencia de formar un penacho o tocado de plumas sobre el rostro de Cristo. En el remate, se observa la amplia cartela con la leyenda INRI, [12] enmarcada por pequeños tronos de muy estilizadas alas y flores en las esquinas, parecidas a la floración de algunas cactáceas. [13]

Los brazos del travesaño están decorados cada uno con una cinta, parecida a una estola, que cruza sobre sí misma formando una equis y que posiblemente emula el lienzo usado para el Descendimiento.

Luego, uno a cada lado, aparecen los clavos de la crucifixión sobre abundantes chorros de sangre. Las puntas del travesaño fueron rematadas con decoración fitomorfa. Además, en los costados del palo vertical de ambas cruces se contemplan el sol y la luna con rostros humanos, la tenaza, la escalera, la túnica, la lanza, la caña, el hisopo con la esponja empapada en vinagre y la espada de Pedro con todo y la oreja de Malco. La cruz atrial del Santuario de Guadalupe también muestra un martillo, mientras que en la de Huichapan se observan los dados, el flagelo, una pila de monedas (que recuerdan la traición de Judas) y un puño con un mechón de cabello arrancado a Cristo. El parecido entre ambas cruces es innegable y a pesar de que no se ha encontrado documentación al respecto, es posible suponer que las dos son obra de un mismo taller o artista. Aunque hasta el momento es imposible determinar la fecha exacta de la factura de estas cruces, se sabe que la fundación de Huichapan, Hgo., o mejor dicho, la llegada de los primeros españoles y la primera misa celebrada por los franciscanos en ese lugar fue en 1531[14] y por otro lado, algunos autores fechan la cruz atrial del Santuario de Guadalupe como anterior a 1556.[15] Esto permite suponer que ambas cruces fueron realizadas en el segundo cuarto del siglo XVI.





Todavía falta por conocer si, como mencionan algunos autores, en esas cruces no se mostraba al Hijo de Dios crucificado para no confundir a los indios, erradicar la costumbre de los sacrificios humanos y evitar las profanaciones por parte de los más belicosos [16] o bien, como se puede especular, estas cruces tienen una vinculación con alguna devoción por las Arma Christi o Armas de Cristo, [17] que es como se conoce al conjunto de los instrumentos de la Pasión. Esta práctica piadosa fue amplia y plásticamente extendida durante el siglo XVI,[18] y se hace necesario investigar si se trataba de una devoción franciscana o bien una particular que profesaba el primer Obispo de México, Fray Juan de Zumárraga.
Hasta el momento, esta última afirmación puede fundamentarse gracias a la presencia de las Arma Christi en la panoplia o escudo al centro del gremial [19] que utilizó el obispo, y que se conserva en el Museo Nacional del Virreinato en Tepozotlán. Como se mencionó, la cruz fue uno de los primeros modos de indicar el establecimiento de cada nuevo asentamiento o fundación, y por lo tanto cabe preguntarnos si ¿podría ser la antigua cruz atrial de la Basílica de Guadalupe uno de los pocos vestigios conservados de la primera fundación sobre el Tepeyac?



Notas

[1]
[2] Personas que se están instruyendo en la doctrina y misterios de la fe católica, con el fin de recibir el bautismo.
[3] Rojas, Pedro. Historia General del Arte Mexicano, Editorial Hermes, México-Buenos Aires 1963 p. 18
[4] Cayetano de Cabrera y Quintero, Escudo de Armas de México, México, Viuda de D. Joseph Bernardo de Hogal, 1746, p. 370
[5] Casimiro Castro (1826-1889), dibujo y grabó, Decaen, editó La Villa de Guadalupe el 12 de diciembre 1853, 1855 Litografía
[6] Nueva York, San Antonio, Los Ángeles, Monterrey y la Ciudad de México.
[7] Reyes-Valerio, Constantino. Arte Indocristiano, INAH, México, 2000. p. 329
[8] Las cuatro presentan como característica particular el altorrelieve con el cáliz y la hostia al pie de la cruz y el tratamiento de los chorros de sangre. La gran corona de espinas a manera de guirnalda es solo compartida por la cruz de la Basílica, la de Huichapan y la pequeña cruz de Atzacoalco, que es casi de la mitad de tamaño de las dos anteriores.
[9] Los remates, que contienen la cartela “INRI” son piezas aparte.
[10] La mayor proeza radica en lograr obtener de la misma pieza los brazos de la cruz.
[11] Rojas, Pedro, op. cit. p. 19
[12] Iesus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús Nazareno Rey de los judíos)
[13] El remate de la cruz atrial del Santuario de Guadalupe fue sustituido hacia 1960 por otro, hecho a imagen del original, mismo que aún se conserva en el Museo.
[14] Fernández, Justino. Catálogo de construcciones religiosas del Estado de Hidalgo. SHCP-Dirección General de Bienes Nacionales, México, 1940, Vol. I, pp.335-340
[15] Elizabeth Hill Boone y Thomas B.F. Cummins “Colonial Foundations: Points of Contact and Compatibility” en The arts in Latin America, 1492-1820, Philadelphia Museum of Art, 2006, p.15
[16] Monterrosa Prado, Mariano. “Simbolismo de la cruces del siglo” en Primer Simposio Internacional de Arte Sacro en México, Azabache-Sedesol, México, 1992 pp.229-241
[17] Bierdermann, Hans. Diccionario de Símbolos, Paidós, Barcelona, 1993 p. 46
[18] Revilla, Federico. Diccionario de iconografía y simbología, Cátedra, Madrid, 1990 p. 56
[19] Paño cuadrado que usan los obispos, poniéndolo sobre las rodillas, en algunos ritos litúrgicos.

Fuente: Boletín Guadalupano; Año VI, núm. 78. Junio de 2007.

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